Lluvia de peces
La Lluvia de peces de Yoro es, según el folclore, popular, un fenómeno meteorológico extraordinario que sucede en la ciudad de Yoro, en el departamento hondureño del mismo nombre. Consiste en una lluvia de peces que se sucede anualmente, entre los meses de mayo y julio.
La lluvia de peces es común en el folclore de Honduras. Se presenta en el Departamento de Yoro, entre los meses de mayo y julio. Los testigos de este fenómeno afirman que se inicia con una nube oscura en el cielo, seguido por un rayo, el trueno, los vientos fuertes y lluvias intensas durante 2 a 3 horas. Una vez que la lluvia ha cesado, cientos de peces que viven se encuentran en el suelo. La gente toma el hogar de pescado para cocinar y comer. Desde 1998, un festival conocido como "Festival de la Lluvia de Peces" (Lluvia de peces Festival) se celebra cada año en la ciudad de Yoro, Departamento de Yoro, Honduras.
En Yoro, Honduras desde 1998 se lleva a cabo un festival para celebrar la lluvia anual de peces, ya que esta lluvia de pescados se produce regularmente dos veces al año, este fenómeno se produce en esta zona desde 1854.
Según los habitantes de Yoro, este fenómeno ha venido ocurriendo en esta zona desde hace más de un siglo.
Testigos de este fenómeno señalan que comienza con un oscurecimiento del cielo causado por nubes densas, seguido por relámpagos y truenos, vientos fuertes, y una lluvia copiosa que dura de 2 a 3 horas (comportamiento típico de las tormentas tropicales). Una vez que la lluvia ha cesado, los pobladores encuentran cientos de peces esparcidos por el suelo, aún vivos. Los pobladores los recogen y transportan a sus casas para cocinarlos y comerlos posteriormente.
Los peces son de agua dulce, siempre se los encuentra vivos, y, según los pobladores, no son del tipo de peces que se encuentra en áreas cercanas.
Desde 1998, cada año se celebra un festival conocido como Festival de la Lluvia de Peces.
El 26 de julio de 2006, esta historia fue mostrada en un reportaje del programa de noticias hondureño Abriendo Brecha.
Por el momento no se poseen pruebas que puedan explicar científicamente este hecho. Algunos expertos creen que la lluvia de peces podría deberse a un fenómeno meteorológico (Véase Trombas marinas)
Algunos pobladores creen que estos peces no caen desde el cielo hasta los techos de las casas, por lo que postulan que estos peces de agua dulce vienen nadando en algún río subterráneo. Algunos abandonarían la corriente, atravesarían el suelo por agujeros imperceptibles y aparecerían sobre el suelo. Sin embargo, lo anterior aunque es una de las hipótesis, parece ser que es muy poco probable que suceda.
En el centro de Honduras se encuentra Yoro, donde el tiempo
camina tan despacio y en donde la realidad se funde con la fantasía,
a tal grado que cada año ahí se vive una supuesta lluvia de peces, suceso que se ha intentado explicar hasta con una leyenda.
Milagro del "padre Subirana"
A través de la tradición oral,[2] se ha consolidado la creencia de que la aparición de los peces al milagro de un sacerdote católico español, el padre Manuel De Jesus Subirana, considerado por muchos como un santo. Subirana visitó Honduras entre 1856 y 1864. Al encontrar mucha gente pobre y hambrienta, oró durante tres días y tres noches pidiendo a Dios un milagro que ayudara a los pobres a conseguir alimento. Otra versión asevera que este fenómeno podría ocurrir probablemente por instinto de los peces o debido a alguna variación en el clima. Al caer, los peces se inquietan considerablemente, llegando en muchos casos, hasta de perforar el suelo de poco espesor.
Cultura Popular
Hay una canción popular hondureña llamada Conozca Honduras que menciona La Lluvia de Peces “¿Dónde es que hay lluvia de peces cual milagro celestial?”. En Yoro Honduras
Cada vez que veía al cielo cubrirse de nubarrones, mis esperanzas de que cayera un buen chaparrón crecían más y más.
Y no tanto porque necesitara la llovizna, sino porque ansiaba ver la casi legendaria “lluvia de peces”, la que me hizo viajar casi 600 kilómetros desde San Salvador hasta llegar a la cabacera departamental de Yoro, que también se llama Yoro.
Ese fenómeno climatológico, meteorológico, natural —o como quieran llamarlo— es real, no es ninguna quimera ni ningún cuento, y todo comienza cuando hacia el suroeste del poblado, por donde está el cerro Yoro, el cielo es cubierto por una nube tan negra, que hasta infunde miedo a cualquiera que la vea, un nubarrón que los científicos llaman “cumuloninbus mammatus” debido a que su base tiene la apariencia de mamas.
¿Qué día sucede exactamente? Eso nadie lo sabe, ni los más ancianos que ya han disfrutado la lluvia de peces por más de 60 ó 70 años. Simplemente ocurre cualquier día entre junio y julio de cada año, y eso es lo único certero.
Uno de los testigos de ese prodigio es don Miguel Rafael Aguilares Espinoza, un viejo bonachón de 79 años y de un carisma natural. Pues este señor es originario de Choluteca (Honduras), pero por cosas del amor se estableció en Yoro.
Él, al igual que otras personas, era de los incrédulos en cuanto al tema de los peces, a pesar de que desde la escuela ya les informaban de ese suceso.
“Yo había escuchado, pero nunca me imaginé por qué sucedía y cómo se daba”, menciona. Él recuerda sus primeros años en Yoro: “Me decían de la lluvia de peces; llovió aquí o allá, pero yo siempre dudoso no lo creía...”.
“Pero una vez —dice don Miguel—, allá por 1963, con unos amigos fuimos a cercar un terreno de cinco caballerías... Entonces montado en un caballo les llevaba la comida para la semana.
Cuando regresaba, a eso de las 2:30 de la tarde, ahí por donde caía el avión (una antigua pista de aterrizaje que le llaman El Pantano), se puso una tormenta bien rara al lado de donde nace el sol”.
“Con una nube negrísima espesa, el viento se hacía cada vez más fuerte, y se empezaban a escuchar los rayos; entonces empezó a caer una tormenta demasiado fuerte, por lo que me puse el capote y seguí cabalgando.
“De repente el caballo se torcía para un lado, para el otro, no quería caminar recto, entonces sentí en el sombrero algo y vi en la sabana el revoloteo de algo que brillaba... Eran los peces. Yo nunca había visto algo así, yo había escuchado que aparecían, pero no sabía cómo”.
“No eran peces grandes; era una especie de sardina plateada que venía con el agua. Cuando empezó a bajar la tormenta continué el camino, pero observaba que en el agua que corría se miraba un revoloteo de pececillos que sacaban la nariz para agarrar aire”.
“Ver eso me impresionó, porque yo era uno de los escépticos. Después les dije a los niños a que fueran a pescar y ellos iban a traer canastadas de peces, y hasta tuve la oportunidad de comer de eso...
El sabor, eso es algo especial; no se iguala a los otros pescados; varias veces lo he comido. Para mí esto es un misterio que Dios le ha dado a este pueblo”, menciona don Miguel con aquella seguridad convencedora y que ahora le permite decir que la lluvia de peces ya es natural para él.
Peces para el hambre
Otro de los testimonios de la lluvia de pescados es el de Eda Celina Rodríguez viuda de Maldonado, una septuagenaria simpática que con mucha lucidez recuerda su primera experiencia con los peces.
“Mi primera lluvia de peces, eso fue lindo, tenía seis años. Con mi abuela andábamos en un rezo por El Pantano cuando allá nos agarró el vendaval. Viera (hubiera) visto, llovió con truenos, rayos, vientos, un vendaval completo. Cuando pasó la lluvia, veníamos de regreso como a las tres y media de la tarde y vimos la correntada de agua que llegaba a una laguna, y esa agua estaba llena de peces. Viera qué lindo brincaban los pececitos”.
“Como antes se usaba un manto para los rezos, mi abuela metió el manto en el agua y agarró los pescados. Yo me puse nerviosa y mi abuela me dijo: ‘Esta es la bendición que Dios nos manda no te pongás así’.
“Nosotros como todos los años sabemos que en el mes de junio se da, y cuando empezaban los vientos fuertes, mi papá decía: es la lluvia de peces, y ya tenía lista las alforjas para ir a traer pescados”.
Lluvia de peces en Yoro:
"El aguacero de pescados", así le llaman los nativos, a un fenómeno muy particular que se inicia generalmente a las cuatro o cinco de la tarde, comenzando con una nube negra, seguida de fuertes descargas eléctricas y terribles huracanes, provenientes desde el cerro de Mata Agua.
Este es uno de los fenómenos más curiosos que se observan en Honduras. Tiene lugar en las cercanías de la ciudad de Yoro, a un kilómetro de distancia aproximadamente, hacia el Suroeste de la población, en la llanura "El Pantano", que limita al Oeste con el cerrito "El Mal Nombre". Es un volcán apagado, que hizo erupción hace mucho tiempo, según lo atestiguan las piedras de sulfuro de hierro que se observan en la llanura.
Lo curioso en esta "lluvia de peces", es la periodicidad con que se experimenta; anualmente, por una sola vez, en los meses de mayo o junio, al principiar la estación lluviosa en esta pintoresca región.
El "aguacero de pescados", es característico, por que se inicia con la tormenta de los vientos alisios de esta zona. Terminada la tormenta, las sardinas, como de tres a cuatro pulgadas de largo, quedan saltando, vivas aún, sobre la verde sabana "El Pantano", dispersándose, a veces, en torno de un lagunato, que existe en la base Noreste del cerrito "El Mal Nombre", depósito de agua que se seca totalmente en el verano.
Ha cerca de este fenómeno existen muchas teorías, formulándose para explicar científicamente, este curioso como interesante fenómeno; pero la que parece más acertada se refiere a una tromba marina procedente del Atlántico, por la constante dirección de donde la nube procede, por ir el aguacero acompañado de frecuentes y formidables descargas eléctricas, y por caer invariablemente en la planicie de "El Pantano", en donde, debido a la existencia de minerales de hierro, hay un polo que atrae a la tromba, en la cual vienen los misteriosos pececillos.
El Río Ulúa - Yoro:
Este rio es uno de los más grandes e importantes de Honduras. Tiene su nacimiento en el departamento de Intibucá bajo el nombre de Río Grande de Otoro. El Ulua hace su recorrido por los departamentos de Santa Bárbara, Cortés, Yoro y Atlántida donde es alimentado por los ríos Higuito, Mejocote, Lindo, Jicatuyo, Humuya o Comayagua y el Sulaco, además de muchos riachuelos que lo llevan a desarrollarse en unos 400 km de largo. Por ser un río caudaloso el Río Ulúa es también uno río peligroso. Durante ciclones o lluvias torrenciales tiene una tendencia a crecer de forma desmedida, por lo tanto, causando daños a los poblados o ciudades por donde pasa.
Lluvias de peces
El aguacero de pescados, como le llaman los nativos, es característico: se inicia generalmente a las cuatro o cinco de la tarde, con una nube negra, seguida de fuertes descargas eléctricas y terribles huracanes, que aparece en el cerro de Mata Agua..."
Es uno de los más curiosos fenómenos que se observan en Honduras. Tiene lugar en las cercanías de la ciudad de Yoro, a un kilómetro de distancia, hacia el Suroeste de la población, en la llanura llamada "El Pantano", que limita al Oeste con el cerrito de "El Mal Nombre". Es este un volcán apagado, que hizo erupción en época remota, según lo atestiguan las muchas piedras de sulfuro de hierro que en la expresada llanura se hallan dispersas.
Lo que más llama la atención en esta "lluvia de peces", es la periodicidad con que se verifica; anualmente, por una sola vez, en los meses de mayo o junio, al principiar la estación lluviosa en esta pintoresca región.
El "aguacero de pescados", como le llaman los nativos, es característico: se inicia generalmente a las cuatro o cinco de la tarde, con una nube negra, seguida de fuertes descargas eléctricas y terribles huracanes, que aparece en el cerro de "Mata Agua", por el Noreste del lado Atlántico, que es, de donde proceden los vientos alisios de esta zona. Terminada la tormenta, las sardinas, como de tres a cuatro pulgadas de largo, quedan saltando, vivas aún, sobre la verde sabana de "El Pantano", dispersándose, a veces, en torno de un lagunato, que existe en la base Noreste del cerrito de "El Mal Nombre", depósito de agua que se seca totalmente en el verano.
Nosotros, cuando niños, hemos tenido oportunidad, más de una vez, de ir en compañía de otros chicuelos del barrio, una vez pasada la tempestad, a recoger los sabrosos pececillos, regresando contentos a nuestros hogares para gozar de las delicias de una suculenta cena.
Varias teorías se han formulado para explicar científicamente, este curioso como interesante fenómeno; pero la que parece más acertada es la que lo atribuye a una tromba marina procedente del Atlántico, por la constante dirección de donde la nube procede, por ir el aguacero acompañado de frecuentes y formidables descargas eléctricas, y por caer invariablemente en la planicie de "El Pantano", en donde, debido a la existencia de minerales de hierro, hay quizá, un polo que atrae a la tromba, en la cual vienen los misteriosos pececillos
MAS DE LA LLUVIA DE PECES
Cada vez que veía al cielo cubrirse de nubarrones, mis esperanzas de que cayera un buen chaparrón crecían más y más.
Y no tanto porque necesitara la llovizna, sino porque ansiaba ver la casi legendaria “lluvia de peces”, la que me hizo viajar casi 600 kilómetros desde San Salvador hasta llegar a la cabacera departamental de Yoro, que también se llama Yoro.
Ese fenómeno climatológico, meteorológico, natural —o como quieran llamarlo— es real, no es ninguna quimera ni ningún cuento, y todo comienza cuando hacia el suroeste del poblado, por donde está el cerro Yoro, el cielo es cubierto por una nube tan negra, que hasta infunde miedo a cualquiera que la vea, un nubarrón que los científicos llaman “cumuloninbus mammatus” debido a que su base tiene la apariencia de mamas.
¿Qué día sucede exactamente? Eso nadie lo sabe, ni los más ancianos que ya han disfrutado la lluvia de peces por más de 60 ó 70 años. Simplemente ocurre cualquier día entre junio y julio de cada año, y eso es lo único certero.
Uno de los testigos de ese prodigio es don Miguel Rafael Aguilares Espinoza, un viejo bonachón de 79 años y de un carisma natural. Pues este señor es originario de Choluteca (Honduras), pero por cosas del amor se estableció en Yoro.
Él, al igual que otras personas, era de los incrédulos en cuanto al tema de los peces, a pesar de que desde la escuela ya les informaban de ese suceso.
Miguel Rafael Aguilares Espinoza es uno de los testigos del evento que sucede cada año.
“Yo había escuchado, pero nunca me imaginé por qué sucedía y cómo se daba”, menciona. Él recuerda sus primeros años en Yoro: “Me decían de la lluvia de peces; llovió aquí o allá, pero yo siempre dudoso no lo creía...”.
“Pero una vez —dice don Miguel—, allá por 1963, con unos amigos fuimos a cercar un terreno de cinco caballerías... Entonces montado en un caballo les llevaba la comida para la semana.
Cuando regresaba, a eso de las 2:30 de la tarde, ahí por donde caía el avión (una antigua pista de aterrizaje que le llaman El Pantano), se puso una tormenta bien rara al lado de donde nace el sol”.
“Con una nube negrísima espesa, el viento se hacía cada vez más fuerte, y se empezaban a escuchar los rayos; entonces empezó a caer una tormenta demasiado fuerte, por lo que me puse el capote y seguí cabalgando.
“De repente el caballo se torcía para un lado, para el otro, no quería caminar recto, entonces sentí en el sombrero algo y vi en la sabana el revoloteo de algo que brillaba... Eran los peces. Yo nunca había visto algo así, yo había escuchado que aparecían, pero no sabía cómo”.
“No eran peces grandes; era una especie de sardina plateada que venía con el agua. Cuando empezó a bajar la tormenta continué el camino, pero observaba que en el agua que corría se miraba un revoloteo de pececillos que sacaban la nariz para agarrar aire”.
“Ver eso me impresionó, porque yo era uno de los escépticos. Después les dije a los niños a que fueran a pescar y ellos iban a traer canastadas de peces, y hasta tuve la oportunidad de comer de eso...
Algunos yoreños han conservado los peces que han aparecido después de las lluvias.
El sabor, eso es algo especial; no se iguala a los otros pescados; varias veces lo he comido. Para mí esto es un misterio que Dios le ha dado a este pueblo”, menciona don Miguel con aquella seguridad convencedora y que ahora le permite decir que la lluvia de peces ya es natural para él.
Los pobladores de Yoro esperan a más de 30,000 personas este día en el tradicional Festival de la Lluvia de Peces, organizado por el Círculo de Arte y Cultura Santiago de Yoro, Cacsy.
Los pobladores de Yoro esperan a más de 30,000 personas este día en el tradicional Festival de la Lluvia de Peces, organizado por el Círculo de Arte y Cultura Santiago de Yoro, Cacsy.
La actividad tiene por objetivo destacar el famoso fenómeno de la lluvia de peces que ocurre entre junio y julio de cada año en la cabecera departamental.
Las actividades comenzaron temprano en la madrugada con una alegre alborada y quema de pólvora por las principales calles de la ciudad.
Oswaldo Munguía Soto, miembro de Cacsy, informó que en el corredor municipal habrá venta de platillos de pescado en sus diferentes especialidades y ofrecerán una exposición de murales alusivos a la lluvia de peces.
“Esta labor es de los estudiantes de los centros educativos, organizaciones e instituciones del municipio”. Al mediodía comenzarán los juegos tradicionales con la participación de niños, jóvenes y adultos frente a la Casa de la Cultura y el edificio municipal.
Munguía agregó que para hacer más atractiva la actividad han organizado un desfile de carrozas alusivas al evento. Empezará en la entrada principal del municipio y finalizará frente al parque central Presentación Quezada.
“Estas carrozas han sido clasificadas en tres categorías: fantasía, original y típica. En cada una se elegirá la mejor y se le entregará un premio especial”, dijo. Los organizadores esperan la visita de habitantes de los municipios de Victoria, Sulaco, Yorito y Jocón, como ha ocurrido en años anteriores.
“Es un evento que hemos organizado desde hace once años y siempre hemos tenido el apoyo de casi toda la región. Esperamos que esta vez suceda lo mismo”.
El fenómeno
Pobladores relataron que la primera lluvia de peces de este año ocurrió el pasado 17 de junio cerca de la aldea La Guata, aunque esta versión no pudo ser confirmada por los conocedores.
El año anterior, los habitantes de la comunidad El Hato del Santo informaron que la lluvia de peces sucedió en aquel lugar. Miembros de Cacsy se trasladaron a la aldea para tomar fotografías del fenómeno.
Munguía informó que un grupo de estudiantes del instituto Santa Cruz del Oro encontraron pequeños peces en las jardineras luego de una fuerte tormenta en el municipio. “Aún no hay una explicación de este fenómeno, pero muchas personas somos testigos de que sí ocurre”.
El departamento de Yoro, al norte de Honduras, ha sido testigo nuevamente este año [1980] de uno de los fenómenos naturales más raros —quizá único en el mundo—: la lluvia de peces, que por muchos años se creyó producto de la imaginación de los nativos.
El fenómeno se presenta casi anualmente en la zona conocida como "El Pantano", a kilómetro y medio hacia el suroeste de la pintoresca ciudad de Yoro, acurrucada entre montañas y rodeada de vegetación selvática cruzada por riachuelos que dan vida al caudaloso río "Aguán".
Todo se presentó durante el chubasco más fuerte de la temporada de invierno: una enorme nube de color oscuro y violáceo se desplazó a gran velocidad desde el Atlántico y con rumbo al Golfo de Honduras, en el mismo litoral, pero cruzando tierra firme.
La actividad eléctrica fue múltiple y como hace cientos de años obligó a los nativos encerrarse en sus hogares, esperando la prodigiosa lluvia de peces en medio de un extraño y lúgubre silbido al viento.
Al finalizar la actividad natural, los nativos salieron de sus viviendas con canastos (cestos tejidos de mimbre y otros materiales propios de la zona como el yute), para recoger cientos de peces que estaban saltando en su último estertor.
Investigaciones
Diversas han sido las teorías que han tratado de explicar al extraño fenómeno, sin que hasta el momento alguna de ellas haya podido convencer a los nativos de que en su tierra, Yoro, no llueven peces.
La única investigación seria la promovió el servicio meteorológico nacional de Honduras al enviar a los técnicos Edgardo Zúniga Andrade (hondureño), y Martin Rossemblat (norteamericano), a la zona del fenómeno hace algunos años.
Ambos meteorólogos sabían que alguna gente creía que los peces eran recogidos al Atlántico por una tromba marina, que otros decían que saltaban desde el fondo de la tierra, desde un río subterráneo, y otros más simples, que un milagro del cielo.
En sus observaciones, Andrade y Rossemblat, pudieron comprobar que todos los peces son del mismo tipo y tamaño (peces lancha, una variedad de sardina), que no son ciegos y que no mostraban golpe alguno tras su aparición.
Con eso se probaba que no eran traídos por una tromba marina, porque de ser así, habría peces de todos los tamaños y variedades, además de que ningún fenómeno meteorológico sigue el mismo curso ni se repite con la frecuencia de aparición de los peces.
También al no ser ciegos, estos peces no podrían provenir nunca de aguas subterráneas. Al no presentar golpes, tampoco pudieron haber caído del cielo, ya que no los había en los tejados de las casas aldeanas.
Conclusiones
Los dos investigadores concluyeron que seguramente el pez lancha pertenece a una familia que conserva la costumbre de ir a morir al sitio de nacimiento.
Pero la tradición es que algunas variedades ictiológicas estudiadas, si bien mueren en el sitio donde nacen, lo hacen dentro del agua, en lagunas o riachuelos y nunca en tierra firme como en Honduras.
Además, donde fueron encontrados saltando agonizantes los peces lancha, no había charcos ni riachuelos.
Por otra parte, la nube que siempre se repite en el valle de Yoro es del tipo cumulonimbus mamatus, muy común en todas las regiones del mundo y que toma el nombre de su forma "mama", produciendo el silbido gutural del viento cuando el aire desciende por su parte más estrecha.
Se cree que los peces suben, nadando contra la corriente del Río "Aguán" para morir donde originalmente nacieron, ignorándose si en la zona donde saltan antes de servir de alimento a los habitantes de Yoro, hubo en otros tiempos un lago o laguna.
Aún así, turísticamente, el fenómeno tiene un gran valor, ya que no se conoce de ningún otro parecido en el mundo y mucho menos de un convencimiento tan grande de los nativos de que "somos un pueblo privilegiado porque Dios nos manda todos los años una lluvia de peces".
Sin embargo, esotéricamente se sabe que esta lluvia de peces en Honduras proviene de otro mundo paralelo al nuestro y que corresponde a la cuarta dimensión. De esto pues el porqué vienen de los aires. Pero como lo dice el título de este artículo: "Un fenómeno para investigar", todo esoterista puede investigarlo para su comprobación, mientras los científicos oficiales nunca lo sabrán debido a sus medios tan limitados de investigación.
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